Con una gran actuación del colombiano, autor de los dos goles para homenajear como se debe a Maradona, el equipo de Russo venció a Newell’s, que jugó más de 45 minutos con uno menos por la roja a Gabrielli. Wanchope falló un penal.
Diego Armando Maradona era así. Capaz de resolver todo en un ratito, en un par de minutos. De demoler la defensa rival, la estrategia rival, la planificación rival, a todo rival (al fin de cuentas), con su zurda mágica, de un sacudón. Y justo ahí, en su Templo sagrado, en su casa, en el club de su vida, hubo un tal Edwin Cardona que por un momento pareció Diego Armando Caradona. Inspirado como si llevara la 10 azul y oro y no la 8, en una ráfaga de nueve minutos, el colombiano liquidó a Newell’s. Marcó los goles del 2 a 0 y dejó a Boca en la puerta de la clasificación.
Edwin no sólo le dedicó el gol a Dalma, la hija de Diego, como todos sus compañeros. Luego, encima, tuvo tiempo para su homenaje personal. En el segundo gol, luego de un amague maradoniano con el que hizo pasar de largo a Fontanini, se la metió de caño a Macagno, quien también había sido su cómplice en el primer gol, el de tiro libre y su festejo fue mirando al cielo. En nombre de D10S, claro.
Como fuere, en la Bombonera, Boca, su Boca, le brindó a Diego el mejor homenaje posible: un triunfo sólido, contundente, claro, emotivo, que no sólo recupera la senda del triunfo tras dos derrotas al hilo en casa, sino que encamina la clasificación a la Fase Campeonato de la Copa Diego Maradona y genera ilusión para el choque de octavos ante el Inter, por la Copa Libertadores.
De la mano de Caradona (si se permite la repetición del elogio), Boca tuvo juego, movilidad, ataque incisivo y voraz. Le pudo meter más goles a Newell’s y lejos estuvo de sufrir alguno. Wanchope desperdició un penal increíble de Moreno (el remate se fue por encima del travesaño), Zárate se perdió un mano a mano que tuvo una habilitación celestial de… sí, el colombiano, el debutante Zeballos tuvo el suyo y hasta Izquierdoz ensayó una chilena que pudo terminar en la red Sin embargo, la mejor noticia para Boca, además del regreso a la victoria, fue el nivel de Cardona. Manejó los tiempos del equipo, aceleró cuando debía, la movió de lado a lado, tocó siempre con criterio y fue imparable para otro de los equipos de la vida de Diego. El colombiano, además, expuso la química que tiene con su compatriota Fabra, y Boca terminó rompiendo a Newell’s por esa banda izquierda.
Cuando Russo lo quiso cuidar para la Libertadores y sacó a Edwin y a Villa (no pudo destacarse), el equipo rosarino respiró. Sin embargo, el local no bajó su intensidad. Sólido atrás, firme en el medio primero con Campuzano-Capaldo y luego con el ingreso del Pulpo González, a Boca sólo le faltó un gol de Zárate para redondear una noche completa.
Flojo Maxi Rodríguez, extrañamente ausente Pablo Pérez, sin peso Palacios, lesionado rápidamente Scocco y con uno menos desde los 39 minutos (Gabrielli fue expulsado por pegarle a Cardona, claro), Newell’s casi no tuvo reacción. Sintió el golpe inicial y no se levantó. Eso hizo que el equipo de Russo también jugara tranquilo, con el respaldo del resultado, y que el DT hasta pudiera cuidar a algunos de sus jugadores sin sentir que ponía en riesgo el triunfo (hizo debutar al pibe Zeballos, por caso).
El final llegó así, como fue el segundo tiempo: sin sobresaltos para Boca. Para un Boca que jugó por Maradona. Que le rindió el mejor homenaje al más grande de todos los tiempos y que le regaló una victoria a Dalma, su heredera, muy emocionada en el palco eterno del Diez. Quizás, todo haya sido así de fácil porque tuvo ventaja: en cancha hubo uno que jugó como Diego. Un tal Cardona. O Caradona…